Ricardo Izquierdo Benito - Decano Facultad de Humanidades de Toledo
Los restos de la conocida como ciudad de Vascos se encuentran en la provincia de Toledo, en el término municipal de Navalmoralejo, en la comarca de la Jara. Como otras ciudades de al-Andalus que en su momento fueron abandonadas adquiriendo una condición de “yermas”, se localiza en un paraje apartado, asentada en un terreno de granitos hercinianos, y rodeada en su parte norte y este por el profundo y escarpado cauce del río Huso, que le sirve de defensa natural. Por su lado oeste desciende un pequeño valle por el cual corre, en años lluviosos, el arroyo llamado de la Mora. La parte sur, por la que actualmente se accede al yacimiento, es la que se abre a un espacio más llano.
Los vestigios mejor conservados, que dotan al conjunto de su carácter monumental, son aquellos que constituyen los elementos defensivos y militares de la ciudad: la sólida muralla que la circunda y el recinto de la alcazaba. Extramuros existen un arrabal (con unos baños) y dos cementerios.
El trazado de la muralla se adapta al terreno bordeando los lugares más escarpados y presenta una forma ligeramente ovalada, con una dirección norte-sur, delimitando un espacio de unas ocho hectáreas. En conjunto puede considerarse que se encuentra bastante bien conservada. Al interior de la madina de Vascos se accedía a través de dos puertas y de siete portillos.
La alcazaba ha sido excavada en su totalidad, lo que nos permite comprobar su organización interna y la evolución espacial que fue experimentando. Se asienta en un pequeño cerro localizado en el extremo noroeste de la madina, en una posición estratégica, dominando gran parte de ésta y de los alrededores. Por su lado norte era prácticamente inaccesible, pues se encuentra protegida por un profundo barranco de abrupta caída al río Huso. Antes de su excavación en el interior del recinto principal no se observaban superficialmente restos de construcciones, excepto un aljibe cubierto con bóveda de cañón de sillarejo, localizado en el ángulo suroeste, que serviría para el almacenamiento de agua de lluvia para abastecimiento de los residentes en la fortaleza. Una vez excavado han salido a la luz los restos de diversas edificaciones cuya funcionalidad es difícil poder precisar.
Frente al recinto principal de la alcazaba, ante la puerta de acceso debió de existir originariamente una barbacana avanzada para su defensa. Sin embargo, cuando se excavó toda esta zona, aparecieron los restos de lo que resultaría ser una mezquita. Se trata de un edificio de planta ligeramente trapezoidal, compuesto por tres dependencias: un zaguán, un pequeño patio para las abluciones y la sala de oración compuesta por tres naves longitudinales y cuatro transversales separadas por columnas. En el muro sur -que funcionó como qibla- se abre el mihrab tallado en el tapial. Esta mezquita se construiría para uso exclusivo de los ocupantes de la alcazaba.
Sin embargo, contra lo que pudiera pensarse a la vista de este impresionante yacimiento que tanto ha llamado la atención de arqueólogos y de historiadores, son muchos los interrogantes que sobre él se ciernen. De una manera un tanto sorprendente las fuentes documentales islámicas no aportan datos acerca del momento de fundación y abandono de esta ciudad, de su función y sentido, de las gentes que la habitaron y hasta de su nombre originario. Podría también ocurrir que las referencias escritas sí nos estén dando información sobre ella pero con otro nombre –que sería el auténtico- y que hasta ahora no se ha podido identificar. Todo lo cual ha supuesto que hayan sido muchas las hipótesis que sobre la misma se han elaborado.
Ante esta falta de referencias documentales precisas sobre Vascos y con el objetivo de poder concretar algunas de las muchas interrogantes que inevitablemente surgen, en el año 1975 se iniciaron excavaciones arqueológicas en el lugar, las cuales desde entonces se han mantenido de una manera ininterrumpida. Los trabajos arqueológicos han posibilitado la recuperación de muchos elementos que permanecían completamente ocultos y una puesta en valor del yacimiento. Asimismo se han recuperado muy diversos objetos –reflejo de la cultura material que generó aquella sociedad- que nos permiten reconstruir lo que pudo haber sido la vida cotidiana de los individuos que vivieron en el lugar, así como las actividades económicas a las que se dedicaron.
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